Una profesora en Nueva York estaba dando su clase
sobre bullying, y les dio a sus alumnos las instrucciones. Tenían que
tomar una hoja de papel y les pidió que la arrugaran, que lo hicieran
bolita, que le hicieran lo que quisieran pero que no lo rompieran.
Después les pidió que lo desdoblaran, lo arreglaran tanto como pudieran y
miraran cuan lastimado y mal estaba. Después les pidió que le dijeran
“lo siento”. Y a pesar de que lo hicieron e intentaron arreglarlo, ella
les mostró todas las “cicatrices” que habían dejado en el papel. Les
explicó que esas cicatrices no se irían nunca sin importar cuanto se
esforzaran por borrarlas. “Eso es lo que pasa cuando una persona hace
sentir mal a otra persona, pueden decir que lo sienten pero las
cicatrices y marcas quedan ahí por siempre”. La mirada de los niños le
hicieron saber que eso no quedaría como un ejercicio más de clase, si no
que en serio habían aprendido la lección. Digamos NO al bullying,
porqué duele.
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