sábado, 19 de abril de 2014

La barba debería, por ser casi una máscara, estar prohibida por la policía.

La barba debería, por ser casi una máscara, estar prohibida por la policía. Además, como es un símbolo sexual plantado en medio de la cara, resulta obscena; de ahí que le guste tanto a las mujeres.


La barba, se suele decir, es connatural al hombre, y es cierto; por eso le resulta muy apropiada en su estado natural, así como el afeitarse lo es del hombre en su estado civilizado, pues muestra que la violencia animal y cruda -cuyo signo patente para cualquiera es aquella excrecencia propia del sexo masculino- ha tenido que ceder ante la ley, el orden y la urbanidad.


La barba incrementa la superficie animal del rostro y la destaca: por ello le imprime a éste una apariencia tan marcadamente brutal; ¡basta con observar de perfil a un hombre barbudo comiendo!

Algunos hasta dirán que la barba es un adorno; adorno, en todo caso, que desde hace doscientos años no se solía ver sino en judíos, cosacos, capuchinos, prisioneros y asaltantes de caminos. La ferocidad y atrocidad que la barba le confiere a la fisionomía proviene del hecho de que una correspondiente masa inerte ocupa la mitad del rostro, precisamente aquella mitad en que se expresa la índole moral del individuo. Además, todo lo barbado es animal.


¡Mira a nuestro alrededor! Incluso como síntoma exterior de la crudeza triunfante podréis apreciar el elemento que siempre la acompaña: la barba larga, esta impronta sexual en medio del rostro, la cual indica que se estima más la masculinidad -la cual se comparte con las fieras- que la humanidad, pues da a entender que primero se quiere ser un macho, "mas", y sólo después un ser humano.

El rasurar las barbas en todas las épocas y países de elevada civilización surgió del elevado sentimiento contrario, es decir, el que lo incita a uno tratar de convertirse ante todo en un ser humano, y hasta cierto punto en un ser humano in abstracto, relegando a segundo plano la diferencia sexual de lo animal. En cambio, el tamaño de la barba ha ido siempre de la mano del carácter bárbaro, cuyo mismo nombre evoca.

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